Al Día en Especial - Instituto Psicopedagógico El Avila

Al Día en Especial


Madres y representantes
Madres y representantes

Usaré su verdadero nombre porque forma parte de un grupo de mujeres tan valientes, tan amorosas, tan inteligentes y tan hermosas que, en verdad, no merecen -ni necesitan-ver sus identidades escamoteadas bajo un seudónimo que las proteja de eventuales amenazas. Total, ya ella está acostumbrada a plantarle cara a la adversidad, con una resolución y una presencia de ánimo tales que no se falta a la verdad si se afirma que Elizabeth Arcila es una auténtica heroína de nuestro tiempo. Su vida, su inagotable ternura, su peripecia y su inquebrantable alegría pueden ser la inspiración de muchas otras mujeres, de muchas otras madres que están ante el reto de revertir la fatalidad y convertirla en motivo de inspiración y gratitud a la vida.

Cuando le faltaba apenas un mes para dar a luz a su segunda hija, un malandro puso el cañón de una pistola en su vientre y la conminó a que le entregara sus pertenencias. Esa misma noche fue atendida en sala de partos por un equipo que hubo de vérselas con una gestante que temblaba de angustia. Finalmente, le pusieron en los brazos a la pequeña Eliángelys que ya anunciaba la pertenencia de unos inmensos ojos que embellecerían su rostro.

Poco tiempo después de que Eliángelys comenzara a asistir al colegio privado donde su madre la inscribió "haciendo toda clase de sacrificios", se confirmaron las sospechas de Elizabeth de que algo no marchaba bien con su hija. Al final del curso, la misma maestra que había escuchado los alegatos de Elizabeth para que su niña fuera integrada a las actividades a las que permanecía ajena, le entregó una carpeta vacía, y la puso al corriente de que Eliángelys "no quiso trabajar durante todo el año". La niña no estaba del todo bien, pensó Elizabeth, pero mucho peor andaba un sistema educativo que rechaza y penaliza al niño que muestra actitudes diferentes. Aunque se había gastado el dinero, que no tenía, en pagar aquel colegio, su hija había sido maltratada (en alguna ocasión le rompieron la boca al obligarla a comer la merienda), incomprendida y señalada como una criatura inútil en la que no valía la pena malgastar esfuerzos ni atenciones.

Elizabeth se dirigió al Instituto Pedagógico El Avila, fundado hace 50 años, que funciona en el callejón Berrizbeitia de El Paraíso. Elizabeth recice una educación de extraordinaria calidad por la que paga una tarifa muy solidaria, ya que estos niños reciben atención en grupos que no superan los quince alumnos, además de que precisan los cuidados de un equipo de profesionales interdisciplinario que brinde atención individualizada.

Para llevar y traer a Eliángelys al instituto, Elizabeth debe tomar ocho camionetas diariamente. Y para atenderla, mientras está en la casa, la madre dejó su trabajo como secretaria ejecutiva en un banco y se dedicó a hacer comidas para vender (cuenta, entre sus principales clientes, a sus antiguos compañeros de trabajo). ¿Será preciso aclarar que su marido la abandonó, tras varios años de echarle en cara su presunta culpabilidad por la discapacidad de Eliángelys? (El marido, en audaz interpretación de la predisposición genética, determinó que la niña había heredado una tara de la familia de Elizabeth; y ella no intentó disuadirlo, se limitó a decirle que todo estaba en discusión, menos el hecho de que Eliángelys era su hija y que no la iba a dejar sola en la lucha que tendría que librar por su vida). Y así lo ha hecho. Ahora Eliángelys es una pava preciosa, ha aprendido a leer y a escribir, y cada día hace más avances. Elizabeth, una mujer muy buena moza -que no revela para nada sus cumplidos cuarenta años- va siempre muy acicalada y sonriente; ella dice que cree firmemente en los milagros: "sí, sí, la tenacidad, la pelea de todos los días, sin dejarse desanimar, terminan por producir un milagro".

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